domingo, 1 de febrero de 2009

No nos confundamos


El retrato de Friedrich Wilhelm Joseph Schelling que hace Benjamin Constant en sus diarios no es precisamente halagador:

"¡Finalmente he conocido a Schelling! No me agradaban sus obras, pero me agrada mucho menos su persona. Jamás un hombre me causó una impresión tan desagradable. Es un señor pequeño, con la nariz parada, la mirada fija, dura y alerta, la sonrisa amarga, la voz seca, que habla poco y escucha con una atención que no halaga en absoluto y que tiene cierta analogía con la animosidad. En una palabra, alguien que por su carácter transmite plenamente la idea de una persona malvada; y, por su espíritu, una mezcla de fatuidad francesa y metafísica alemana".

(Diario íntimo, Coín, Alfama, 2008, p. 45)

Tampoco Arthur Schopenhauer tenía mejor concepto del pensamiento del antiguo compañero de Hölderlin y Hegel en el seminario de Tubinga, aunque no salga tan malparado como el propio Hegel, al que tildaba de "repugnante charlatán sin talento e incomparable garabateador de disparates":

"He ahí, pues, el origen de ese método filosófico que hizo irrupción inmediatamente después de la doctrina de Kant, consistente en mistificar, avasallar, engañar, deslumbrar con falsas apariencias y hablar frivolidades, y cuya época será algún día conocida en la historia de la filosofía como 'período de la mala fe'. Pues la honestidad de investigar algo junto con el lector, que tanto había caracterizado a los escritos de todas las filosofías anteriores, brilla aquí por su ausencia; el filosofastro de esta era no se propone enseñar a lector, sino deslumbrarlo; cada página da fe de ello. Como héroes de esta época destacan Fichte y Schelling, y por último el tosco e insípido charlatán Hegel, indigno incluso de ellos y muy inferior a su talento. El coro lo formaron luego los más variados profesores de filosofía, que se dedicaron, con el ceño fruncido, a entretener a su público con historias sobre el infinito, el absoluto y un sinfín de cosas más sobre las que no podían tener la menor idea".

(El arte de insultar, Madrid, Alianza, 2005, p. 109)

Por fortuna, hay otros Schelling, incluso le han dado el Nobel de economía a uno.






3 comentarios:

  1. No nos confundiremos. Aunque vendremos cada día a leer con los ojos bien abiertos.

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  2. Alegra conocer a la variada familia de los Schelling, querido amigo. El lugar está muy bien. Enhorabuena.

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  3. Bienvenidos, Roxana y Josepepe, es un placer verles por ésta que es su casa.

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