lunes, 22 de diciembre de 2008

La subasta del euro





Publicado en el Nickjournal arcadiano
miércoles 2 de mayo de 2007

¿Cuánto pagarían por un euro? ¿Sólo un euro, como mucho? Aunque no lo crean, las personas pueden llegar a pagar por un euro mucho más de un euro. ¿Cómo es posible que alguien en sus cabales haga una cosa así? Para demostrárselo les invito a participar en un juego que presentó Martin Shubik en un artículo de 1971, aunque él manejaba la moneda estadounidense y lo bautizó la subasta del dólar. El tipo de divisa es lo de menos.
Imagínense que en una reunión de nicks se abre la subasta de un euro. Como en cualquier subasta, los participantes pujan y aquel que haga la puja más elevada se lleva el bien subastado, en nuestro caso el euro. Por supuesto, la expectativa de cada uno de los participantes es conseguir el euro pagando lo menos posible; naturalmente, una cifra que esté por debajo del euro. De lo contrario, menudo negocio. Pero esta subasta es especial, no sólo por la extravagancia de que el bien subastado sea dinero, sino por una regla poco habitual: si en toda subasta paga quien hace la puja más alta, y se lleva su premio, en ésta también ha de pagar al subastador el que hizo la segunda mejor oferta, eso sí, sin llevarse nada a cambio. Esta regla adicional tiene un claro impacto sobre la dinámica del juego, del que los jugadores suelen darse cuenta conforme transcurre el juego.
Para que el juego arranque hacen falta las dos primeras ofertas, después marchará solo. Shubik probó su juego en diversas fiestas y reuniones sociales, cuando la gente está animada y es poco propensa a calcular con detalle… hasta que el juego se ha iniciado. ¿Quién no estaría dispuesto a comprar un euro por unos pocos céntimos? Por probar no pasa nada. Un euro por 10 o 15 céntimos es una ganga. Según van pujando, y elevando el precio del euro, los participantes van entendiendo que se han metido en una pequeña encerrona: si mi puja de 30 céntimos ha sido sobrepasada por una de 35, debo subir a 40 para no perder los 30 por nada; pero mi oponente piensa exactamente lo mismo, por lo que subirá a 45. Como explica Lászlo Mérö, hay una frontera psicológica en torno a los 50 céntimos, cuando ya es evidente que la subasta no era tan buen negocio, pero aún creen los jugadores que pueden ganar algo. Fíjense en que los participantes suben sus apuestas para ganar, como es normal en cualquier competición, pero también para no perder. Y a medida que siguen pujando el posible beneficio va disminuyendo, mientras aumenta la cantidad que podrían perder. Por eso, el momento crítico se produce en el umbral de los 98 ó 99 céntimos, porque a partir de ese momento ya sólo se juega para no perder: si ofrezco 1 euro por el euro y mi oponente abandona, al menos no perderé nada. Pero, por su parte, mi oponente tendrá que elegir entre perder los 98 euros que ofreció o bien subir hasta 101, y perder sólo un céntimo. A partir de ese momento, seguirán pujando únicamente para minimizar sus pérdidas, ofreciendo por un euro más de lo que vale, sin dejar de aumentar en cada ronda de ofertas y contraofertas las pérdidas respectivas.
Según la experiencia de Shubik en sus experimentos informales, el dólar se vendía de promedio a unos 3 ó 4 dólares. Pero se cuentan anécdotas de gente que ha llegado a pagar hasta 20 dólares, incluso en ocasiones la subasta se detuvo porque alguno de los jugadores se quedó sin liquidez. ¿Un completo disparate? Seguramente. Pero no es menos cierto que el disparate se produce porque los participantes en la subasta actúan racionalmente. Ahí radica el indudable interés de la subasta: podemos encaminarnos al desastre no por nuestra mala cabeza, sino a través de una secuencia de pasos, cada uno de los cuales es perfectamente racional, dada la estructura de incentivos de la situación. Por eso, tengan cuidado cuando vean que compiten para no perder lo que han invertido en la competición, aunque quizá entonces sea demasiado tarde.
¿Un juego absurdo? Quiá. El jueguecito de Shubik es un sencillo modelo de cómo funciona la escalada en un conflicto. Si lo piensan, encontrarán aplicaciones de la subasta en toda clase de conflictos. La carrera armamentística durante la Guerra Fría era una subasta del dólar (o del rublo) entre las dos superpotencias. La misma administración Bush da que pensar en la subasta cuando invoca los sacrificios realizados en Iraq, de forma que habría que enviar más tropas para que tales sacrificios no hayan sido en vano. En fin, no faltan situaciones, laborales o políticas, incluso querellas conyugales, en las que nos precipitamos en una subasta del euro por no perder la cara o la reputación. A ver si otro día les cuento una anécdota del estalinismo que me la recuerda.
(Escrito por Schelling)

2 comentarios:

  1. Pero la buena está por llegar otro secreto a voces Multiapuesta.com donde que facil es tocar la moral al crak, portero o gallo por desviar y si no apuestas mas de 3000 Ni suiza los tiene que lavar, jajajaja que los parió que manera de tirar el pan de los demás.

    ResponderEliminar
  2. Ojooo al datooooo.Hala Madrid y Visca el Barca.etc,etc,.

    ResponderEliminar